La llegada de la pandemia COVID 19 afecto y cambio de manera significativa cómo nos relacionamos, migrando las atenciones de salud desde la presencialidad a modelos 100% virtuales... y ese nuevo modelo de atención se hizo sentir... más de 200 mil metros cuadrados de centros de atención de salud tenían que cerrar sus puertas definitivamente, cosa que aún seguimos viendo con BUPA, que me imagino fue muy doloroso.
Nuevas e increíbles tecnologías asomaban como las nuevas herramientas para atender a distancia, equipos -como Tyto Care- que podían realizarte hasta 20 distintos exámenes sentado en el living de tu casa indican hacia donde migrarían los modelos de atención.
Terminada la pandemia, todo suponía un nuevo modelo híbrido de atención, en donde convivirían armoniosamente presencialidad y virtualidad, sin embargo lo digital fue retrocediendo en la medida que muchos centros de salud retomaron sus estrategias orgánicas de crecimiento apalancado por un consumidor/paciente que estaba volviendo -necesitaba hacerlo- a la presencialidad, necesitaban sentir, tocar, oler, oír, tomarse un café... en fin, volver a la normalidad.
Después de una relativa calma post pandemia, los problemas vuelven al segmento salud, esta vez de la mano de las Isapres y su complicada situación política/financiera. Si me preguntan -y es una opinión muy personal- el sistema no va a colapsar o mejor dicho no puede, el efecto domino sería enorme, no se olviden que la salud privada mueve alrededor de 4 puntos del PIB y atiende más o menos el 47% de los pacientes MLE.
De alguna manera van a encontrar los mecanismos para darle "oxigeno" a las aseguradoras y permitirles sobrevivir para re inventarse o bien migrar a un nuevo formato. Seremos eso sí, testigos de un cambio radical en el modelo asegurador y ello a su vez implicará un cambio importante en el modelo de atención.
Esto no es nuevo y ha ocurrido en varias partes del mundo; el que mejor conozco -porque me tocó estudiarlo como caso de negocios- fue el de Estados Unidos en los años 90. Las aseguradoras entendieron que el modelo de financiamiento no aguantaba y no podía seguir.
¿Qué hicieron? entre otras cosas regularon los precios y protocolos clínicos de la mayoría de las prestaciones -se paquetizó todo- se regularon y controlaron los honorarios médicos(1), insumos y se terminaron con lo que ellos denominaban "los excesos". Mucho del gasto -no clínico- se traspaso al paciente, por ejemplo, ¿quiere una habitación en suite?... páguela.
Con las licencias médicas ocurrió lo mismo, se terminaron porque se judicializo con cárcel al médico, al paciente y se aplicaron multas. En ese escenario clínicas, hospitales, centros de salud, laboratorios y proveedores debieron ajustarse a las nuevas reglas.
Pasar la noche hospitalizado por una cirugía simple (que hoy llamamos ambulatoria) era inviable, el paciente debía irse a su casa a recuperarse, bien controlado telefónicamente por un call center 7x24. Esto -por ejemplo- obligó migrar miles de camas a hospitalización ambulatoria, dándole un cambio en el diseño de los nuevos hospitales y centros de salud para los siguientes 20 años.
Siempre pensamos que un modelo en donde un "nuevo" Fonasa concentrara el 7% y aseguradoras (no Isapres) entregaran coberturas adicionales en las capas siguientes de cobertura, era una opción viable, pero ello quedo atascado en alguna parte.
Veremos qué ocurre, quizás nada de esto, quizás una parte; lo que sí es cierto es que el sistema tiene que cambiar, poniendo al cliente/paciente al centro de la atención, cosa que no siempre es así.
(1) Posiblemente ese fue el propósito del nuevo modelo que se trató de implementar en CLC y quizás la forma y el modo no fue la correcta.
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